Los velos del alma

     Cualquier aproximación que hagamos a conceptos o creencias que no son constatables por su materialidad o naturaleza será controvertida. El concepto de alma por su carácter trascendente hace que sea uno de ellos.  

     Ni que decir tiene que las disquisiciones sobre asuntos filosóficos y religiosos no son habituales en las conversaciones —primero vivir y después filosofar—, si en alguna ocasión se abordan temas de cierta sustancialidad, el político gana por goleada. Por el contrario, hay asuntos que rehuimos, pasamos muy de puntillas sobre ellos, son esos temas sobre los que eludimos entrar en conversación, descartamos o abandonamos la lectura o inmediatamente zapeamos el programa de televisión o radio; y sospecho que cuando surge la palabra alma siempre ocurre lo anterior.

     Tal vez la razón de ello sea que el concepto alma nos inquieta, nos incomoda. Rápidamente surgen asociados a su aparición términos tales como muerte, conciencia, otras dimensiones,… son aspectos que, en primera instancia, dan cierto repelús al común de los mortales. Ni siquiera la humana curiosidad hace adentrarse a la mayor parte de las personas en los ignotos parajes en los que se adentra la indagación sobre el alma, así, alma se convierte en un concepto, en cierto modo, tabú.  

     Existe cierta analogía en ese comportamiento en lo que expresa Sigmund Freud, en el capítulo El tabú y la ambivalencia de los sentidos de su magnífico ensayo Tótem y tabú, «Dejaremos, pues, sentado que se trata de una serie de limitaciones a las que se someten los pueblos primitivos, ignorando sus razones y sin preocuparse siquiera de investigarlas, pero considerándolas como cosa natural y perfectamente convencidos de que su violación les atraería los peores castigos.»

 

     Hace unos días, por propuesta del gestor cultural Francisco Carrasco, tuve la oportunidad de presentar en el Castillo de Chipiona el libro El alma sin velo, del que es coautora la terapeuta Susana A. Villegas de Burgos, que a su vez es directiva de la Asociación Española de Terapia Regresiva.

     El libro, coordinado por el también terapeuta Carlos González Delgado, es una experiencia pionera en España en la que doce terapeutas que realizan terapia regresiva plasman sus experiencias en una amplia variedad de situaciones terapéuticas. El propio coordinador destaca la importante labor promotora del Dr. José Luis Cabouli.

      Según indica Susana, «la terapia regresiva o terapia de vidas pasadas permite la reconstrucción emocional de aquella emociones traumáticas de nuestro pasado. Nos libera del peso de la angustia y nos cura de su influencia dañina. Lo que se realizan son cambios de la manera de percibir las distintas situaciones. Ayuda al consultante a integrar emociones que quedaron estancadas y que le bloquean su presente. Básicamente, hacer consciente lo inconsciente».

     Los diferentes casos recogidos en el libro, a modo de modelo-tipo, tratados por los terapeutas son muy diversos e indican la versatilidad de los métodos empleados y la amplia casuística que puede abordar. Susana Villegas participa en su capítulo el abordaje de la Terapia regresiva con almas perdidas (Almas desencarnadas: obsesor).

 

     Para los interesados en estos temas que han indagado y leído al respecto, no cabe duda que el seminal trabajo de Raymond A. Moody Vida después de la vida marcó un antes y un después en la aproximación a los temas relacionados con “experiencias cercanas a la muerte” (ECM) que también influyó individualmente en una nueva perspectiva vital. El libro, que en 2025 cumplirá cincuenta años de su primer edición, fue un estudio pionero y valiente sobre ciento cincuenta casos de ECM que inició una aproximación científica y médica a estos fenómenos y que reabrió y renovó la sempiterna dicotomía mente-alma o cuerpo-alma.

 

     Dice Susana en sus comentarios al libro que «el dolor está en el alma, es el alma la que pide sanar». La sociedad y la época que nos ha tocado vivir, en mi opinión, están enfermas, tienen el alma dolorida y piden sanar. Decía Ortega y Gasset, haciendo alusión a los puranas hinduistas y con base en Max Weber, que existe épocas Kitra y épocas Kali, una época de regeneración y otra de degeneración. Vivimos una época de degeneración pero que pide regenerarse.

     Al hablar de método nos acercamos al conocimiento científico. Al hablar del alma nos acercamos a la filosofía y a la religión-espiritualidad. Al alma llegamos por dos caminos que creo no son excluyentes sino complementarios. Llegamos a alma por el camino de la fe de la religiosidad-espiritualidad y también por el camino científico-técnico que ensancha este siglo XXI.

     Fe y razón (Fides et ratio), ese es el nombre de la decimotercera encíclica del papa Juan Pablo II. En ella enlaza la fe y la razón, las hace complementarias. En sus conclusiones dice: «Finalmente, dirijo también estas palabras a los científicos, que con sus investigaciones nos ofrecen un progresivo conocimiento del universo en su conjunto y de la variedad increíblemente rica de sus elementos, animados e inanimados, con sus complejos estructuras atómicas y moleculares […] El científico es muy consciente de que la búsqueda de la verdad, incluso cuando atañe a una realidad limitada del mundo o del hombre, no termina nunca, remite siempre a algo que está por encima del objeto inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren el acceso al Misterio».

 

     Una anécdota acontecida al científico Louis Pasteur en 1892 viene a ilustrar inmejorablemente esta relación entre fe y razón. El científico compartía vagón con un joven que leía un libro de ciencias, Pasteur leía la Biblia. El joven, que no conocía a Pasteur, minusvaloró lo contenido en la Biblia diciendo que era «…un libro lleno de fábulas y de cuentos…». Pasteur le pidió que ampliara sus comentarios pero el joven tenía que bajarse en la próxima estación. Pasteur le entregó una tarjeta de visita para que el ampliara y enviara sus razonamientos por carta. Al comprobar que se trataba de Pasteur el joven salió cabizbajo. Pasteur afirmaba que «un poco de ciencia nos aparta de Dios, mucha nos aproxima a él».

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