De un teatro andaluz

       Hacer teatro con una clara idiosincrasia señala indefectiblemente la carrera de sus autores y de sus intérpretes, la marca indeleble que deja en los espectadores será recordada de por vida, una etiqueta que siempre les acompañará, con sus ventajas e inconvenientes.

       Si a esa evidente identidad que quiere ser puesta en primer plano, le añadimos un fuerte carácter reivindicativo, se transforma en un cóctel explosivo que llevada a la escena tiene una fuerza y repercusión muy notables. Ese mensaje que se quiere trasladar, también unido a una estética novedosa y provocadora, con más o menos voluntariedad, produce un serio impacto en los espectadores y en el panorama existente.

       Con esos ingredientes y en el contexto del tardofranquismo y del inicio de la transición española hacia la democracia, nace un nuevo teatro andaluz. Alejado del costumbrismo más tópico y en la senda iniciada por el teatro lorquiano, que ofrece un nuevo paradigma utilizando los resortes del costumbrismo arraigado en un sentir peculiarmente andaluz, y que podría tener como precedente el teatro social representado por el chipionero Federico Oliver Crespo, los nuevos dramaturgos andaluces crean una nueva escena. Esperpento Teatro, Teatro Estudio Lebrijano, La Cuadra de Sevilla, La Zaranda, Teatro del Mentidero, la compañía del Centro Andaluz del Teatro,… y las figuras visibles de Salvador Távora, Juan Bernabé, Ramón Rivero, Antonio Onetti, entre muchos otros.

 

       Hace unos días la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Chipiona organizó un homenaje a la trayectoria del gaditano Ramón Rivero, actor y escritor, alma mater del Teatro del Mentidero, y de modo paralelo también al escritor y dramaturgo chipionero Santiago Escalante, tándem inseparable de aquel. La conferencia inaugural corrió a cargo del propio Ramón Rivero, «Legionaria que habita en mi», al día siguiente la proyección de la película «Madre amadísima», protagonizada por Ramón Rivero y escrita por Santiago Escalante con una interesante charla previa de Juan José Téllez; y finalizó con la proyección de la película «La Duquesa Roja» escrita por Ramón Rivero y Santiago Escalante.

 

       Al respecto de ese nuevo teatro andaluz y su contexto temporal indicó JJ Téllez que “la memoria democrática debería tener en cuenta que aquella batalla contra la dictadura no sólo se libró en las reuniones clandestinas, en las manifestaciones, en las huelgas, en la superación del miedo que muchos sentíamos ante los últimos coletazos de aquel sistema autoritario; sino también se libró en la cultura, desde el periodismo entrelíneas a los libros prohibidos que luchaban contra la censura y el teatro, en un país donde el número de analfabetos era importante, el teatro servía como correa de transmisión de nuevas ideas, de nuevas apuestas».

       Añadía que «hay una renovación del teatro en Andalucía durante los años sesenta que fue crucial y de la que formó parte la provincia gaditana y muy especialmente Cádiz capital en donde grupos como Gris, Pequeño Teatro […] en los años setenta afloran distintas compañías, Cámara, Carrusel y, finalmente, Teatro del Mentidero…».

 

       Ramón Rivero en su conferencia inaugural hizo un vívido recorrido por la trayectoria personal, sentimental y profesional de su personaje más emblemático, Hortensia Romero Vallejo, el papel principal de La Legionaria, sobre el inicial cuento del inconmensurable Fernando Quiñones, «Las mil noches de Hortensia Romero».

       Ramón Rivero y Hortensia Romero es el ejemplo de la imbricación de la persona (el actor) en el papel del personaje. Un personaje irreal, la Horte, las peripecias y vivencias de una «puta sesentona», se transforma en el espejo real de la personalidad de Ramón Rivero, lo irreal se vuelve real. Como un personaje puede expresar el sentir íntegro de una persona, y como ese personaje se ofrece de intérprete de un sentir oculto y de difícil transmisión de una persona. Y lo más difícil, hacer real lo real y no servirse del costumbrismo y del tipismo como algo anecdótico o humorístico. La Horte es tan real como Ramón Rivero, es un irreal personaje real, y nadie debe ver atisbos de irrealidad en ella ni en él.

       Las idas y vueltas de la obra y de Fernando Quiñones y Ramón Rivero, de uruguayos del método Stanislavski, de ministerios, de bohemios y de artistas, de cafés, de alojamientos pasajeros, de apreturas económicas, de vestuarios, de escenografías, de estrenos,… historias del teatro que fueron narradas en primera persona por Ramón Rivero.

 

       Santiago Escalante —nemo propheta in patria— reclamó la poca importancia y difusión que ha tenido su obra en Chipiona, a lo que no encuentra explicaciones pero que espera que esa situación se corrija en lo venidero. Reivindicó la versión de La Legionaria de Ramón Rivero como la mejor interpretada con diferencia. Sobre Madre amadísima contó las dificultades y la controversia propiciada expresando que en ningún momento se trataba de un ataque a la iglesia, ni una película de «putas y maricones», sino que consiste esencialmente de un canto a la bondad y a la ternura en la perspectiva homosexual de aquel contexto.

       También narró la importancia de sus obras en el tiempo de la Transición como una avanzadilla de la modernidad y como fue acogido por políticos, artistas y personajes famosos. Además señalo que con sus obras pudo hablar de la aldea andaluza e internacionalizarla a otras aldeas.

 

       La fuerza del teatro, su autenticidad, siempre impacta y convence, con el buen teatro nos vemos inmersos en otras realidades, la comprendemos, la asimilamos.           

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