Tacticismo político

       Las recientes elecciones que hemos celebrado en mayo, como sabemos, eran municipales; también autonómicas en las restantes regiones, Ceuta y Melilla, exceptuando, Galicia, País Vasco, Castilla-León, Cataluña y Andalucía.

       Los plebiscitos no tenían clave nacional aunque los efectos colaterales se dejan notar en las decisiones de los votantes, además se suelen extrapolar datos y obtener conclusiones de los resultados. Las tendencias que se muestran en el voto siempre tienen una repercusión en los comités de los partidos, los barones y las baronesas suelen realizar declaraciones manifestando el nerviosismo o el afianzamiento en sus posturas, dependiendo como les haya ido la feria electoral, se produce un mar de fondo y un movimiento de sillas que habitualmente tiene consecuencias.

       Es curioso escuchar los argumentos de cada partido para justificar los resultados, normalmente se atribuyen causas ajenas y enrevesadas para motivar el retroceso o el fracaso, cuando hay que celebrar el éxito huelgan las explicaciones y todo es una manifestación exultante. Las elecciones son juegos de suma cero, las pérdidas o ganancias se trasvasan y tienen una interpretación que viene dada por el mayor o menor acierto en leer la realidad y no alejarse del sentido común y la coherencia. La autocrítica rara vez aparece, cuando lo hace es síntoma inequívoco de la debacle, lo obvio precisa de poca explicación. 

     En estas elecciones se han producido unos resultados inesperados por el bloque del gobierno, la extrapolación en pérdida de votos han hecho saltar las alarmas en las fuerzas del PSOE, Podemos y alguno de sus socios. En cierto modo, elevar el discurso a una clave nacional les ha valido al bloque opositor, PP y VOX fundamentalmente; enmarañando los discursos han incendiado las ascuas de un malestar latente por parte de la ciudadanía que, finalmente, ha optado por castigar al bloque gobernante con independencia del ámbito electoral que concernía.

       Ya no hay grandes discursos ni mítines para arengar y arrastrar a las masas, ni programas o ideas que muevan o puedan convencer, tampoco se aprecia la intención de gustar o de atraer, nada de esfuerzos por explicar y convencer; ahora son precisos pequeños movimientos tácticos para desequilibrar la balanza, ser certeros en el tiempo y en la forma es la clave del éxito.

       Se trata de mostrar lo malos que son los de enfrente —en el país de los ciegos el tuerto es el rey—, ser menos malo que el otro es una gran virtud muy apreciada y se puede  blandir como estandarte, la excelencia ni está ni se la espera.

        Los resultados de las recientes elecciones, con sus consiguientes interpretaciones y extrapolaciones, han tenido un efecto inmediato ante un presumible e inminente naufragio electoral el presidente Pedro Sánchez, a la voz de «las mujeres y los niños primero»,  ha decidido adelantar las elecciones nacionales. Lo que es una tónica habitual y nefasta en nuestra partitocracia, el tacticismo y el interés particular se anteponen al interés general. No importa de la cercanía de las últimas elecciones, el desgaste de la maquinaria electoral, que la fecha señalada en julio sea un periodo vacacional, que no exista un periodo preelectoral para validar candidaturas y programas,… ¡hagan juego señores! Quizás Pedro Sánchez “El Renacido” crea que puede tirar nuevamente de baraka y salir victorioso una vez más en otra refriega electoral.

        Las estadísticas son necesarias pero también deben ser bien interpretadas, se puede dar el sesgo que se quiera a las estadísticas, es más fácil mostrar la foto de la luna llena, pero se necesita algo más para conocer el lado oscuro de la misma. Grosso modo se aprecia a simple vista la pérdida de los partidos que venían a romper el bipartidismo, Podemos se desinfla lentamente y Ciudadanos está al borde de la desaparición; el gran fallo estratégico de ambos ha sido querer usurpar el trono del bipartidismo hegemónico del PP-PSOE, contraviniendo el claro espíritu reformista que los votantes depositaron en ellos y por lo que han perdido la confianza de los mismos. Podemos y Ciudadanos olvidaron su labor reformista para convertirse en otra pieza más del engranaje partitocrático.

       Por otra parte, los partidos independentistas y regionalistas se han arrimado al poder —qué hay de lo mío!—  para sacar tajada de sus reivindicaciones sectarias y particulares a cambio de garantizar las mayorías necesarias, una perversión ética y política que no es nueva en el reciente parlamentarismo español y que descompensa la dinámica armónica de un estado.

        La partitocracia está demostrando su inflexibilidad y su falta de capacidad de reformas para integrarse en un sistema más democrático y deliberativo, los viejos esquemas y estructuras para unos tiempos cada vez más vertiginosos están crean una brecha alarmante entre ciudadanos y representantes. Se detenta el poder sin apenas voluntad de servicio a la colectividad, sin integrar honestamente a la ciudadanía en la toma de decisiones, legitimando la representatividad únicamente como un sistema de delegación de los ciudadanos. Del otro lado, la educación democrática es esencial, educar y preparar a las personas en derechos y deberes; en España la cultura democrática no se fomenta ni forma de un modo estructural.

        Tendremos que seguir soportando el tacticismo, el cortoplacismo, el despotismo democrático, las decisiones partitocráticas y partidistas, las componendas,…«nadie es perfecto». Es inapreciable la estrategia, el acuerdo, la planificación, los temas de estado, el interés general, en definitiva, nos queda mucho por recorrer y cambiar si queremos progresar adecuadamente y al ritmo que exigen los tiempos. No necesitamos duelos televisivos al estilo O.K. Corral entre los Earp y los Clanton, ni remakes de Pasión de los fuertes, necesitamos diálogo y no confrontación.

       El respeto a las minorías es necesario e indispensable en democracia, también es esencial el respeto al interés general, a veces se supedita por intereses particulares, ideológicos, económicos,… tanto a nivel individual como colectivo; pensar como país es al menos tan necesario como pensar desde otras perspectivas.

       Los políticos olvidan que la mayoría de españoles, sean o voten al partido que sea, tienen unos valores comunes que en muchas ocasiones no se defienden o no son tenidos en cuenta. Se debe respetar también a la mayoría, cosa que si la observamos con detenimiento se incumple más de lo que creemos, el acervo y sentir mayoritario es desdeñado recurrentemente por políticos y partidos, lo cual es bastante grave.  

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