Chipiona necesita un teatro
«No solo de pan vive el hombre…», a Jesucristo lo apostilló Maslow muchos siglos después aportándonos su archiconocida pirámide de necesidades; «Primero vivir, después filosofar», es indispensable el «pan de trigo pa el cuerpo» y también lo es el «pan de instrucción pa la inteligencia» como diría Salvador, el protagonista del drama El Crimen de todos de Federico Oliver.
Es obvio que Chipiona necesita de inversiones y de gastos materiales, como muchos municipios, también necesita perentoriamente un teatro, un espacio multifuncional y adaptado a las necesidades de las diversas actividades típicas de un espacio escénico o teatro. He comentado en varias ocasiones que la mala o casi nula planificación y las escasas y mal dirigidas inversiones han sido y son una rémora para el desarrollo de nuestra población. La miopía causa un deterioro muy dañino y el Ayuntamiento de Chipiona adolece de una mínima planificación que a medio y largo plazo sepa cubrir las necesidades que se conocen, pero que no se atajan, a lo mucho, se mitigan. Los partidos y los diferentes gobiernos locales han evidenciado su incapacidad para lograr un mínimo consenso en materia de planificación e inversiones.
Son muchas las materias sobre las que se podría tratar, pero quiero centrarme ahora en ciertos aspectos culturales. Chipiona contaba con varios cines, como en muchas localidades desaparecieron algunos, en Chipiona todos, incluso el que adquirió para patrimonio municipal, un cine de verano y una sala de cine bastante digna en el centro de la localidad que se derribó hace años y que lamentablemente nadie optó por reformarlos para rehabilitarlos y modernizarlos para las funciones de espacios escénicos polivalentes.
También cuenta con una Casa de la Cultura que apenas ha ejercido como tal, ha sido un edificio maltratado y poco apreciado que sigue manteniendo el nombre, pero alejado de su finalidad. La Biblioteca Municipal es magnífica y los nuevos espacios creados tras la reforma del Castillo de Chipiona —que también ingresó al patrimonio municipal— han aportado la parte positiva. Las Naves Niño de Oro han sido remodeladas para albergar ahora el Museo Rocío Jurado y un espacio polivalente para actividades, eventos y exposiciones, ambos creo que no son adecuados a tales efectos y se ha utilizado una financiación muy necesaria para integrar esos espacios en el definitivo proyecto y localización del teatro que se precisa.
Casi todos los municipios de la provincia de Cádiz cuentan con un teatro digno donde poder celebrar las actividades propias de los mismos, no así Chipiona. Dicen que existe un proyecto, aunque yo creo que se trata más bien de un diseño de un teatro sobre un plano, y si fuera de otro modo, nunca se ha podido consultar o aportar como ciudadanos nuestras opiniones o sugerencias.
Hay que tener bien claro que teatro se quiere hacer, tomar decisiones importantes en un anteproyecto, son proyectos plurianuales que requieren planificación y financiación, o sea, que se incluyan en los presupuestos municipales debidamente periodificados. Las sucesivas corporaciones tal vez hayan esperado que el teatro se construyera por generación espontánea, aplicando el cuento de la lechera y comprando la tinaja antes que el olivar. Esto es así porque la construcción de un teatro no es una prioridad, no está en la agenda política de los partidos, el teatro puede esperar mientras que se tira despóticamente del pan y circo para desviar la atención y mantener a todos bien apiñados en el redil de la servidumbre política o del adocenamiento; esperando el partitocrático turno de toca de la poltrona. Así lo siento y así lo digo, nobleza obliga, al igual que el antedicho Salvador cuando se enervaba ante los desmanes: «¡Qué soy honrao, y no puedo más, señor, qué mi conciencia salta y se rebela!…».
«Obras son amores y no buenas razones», en cuestiones políticas es necesario meter los dedos en las llagas de los presupuestos para tener fe, lo que se nos dice debe plasmarse en partidas presupuestarias, mientras tanto las argumentaciones pueden ser armas de la amplia panoplia demagógica. Además del proyecto arquitectónico en sí, resultaría imprescindible un proyecto técnico y serio de gestión que haga que el continente se llene de contenido, evitando así otro defecto de las administraciones, la creación de infraestructuras sin las debidas dotaciones económicas, de materiales y recursos humanos que hagan viable la sostenibilidad económica y de gestión de la puesta en marcha.
Pero a las evidentes utilidades que el teatro pueda reportar, habría que añadir una igual de importante, el revulsivo que un espacio de las características que antes he apuntado puede generar. Chipiona es un pueblo donde el arte brota a raudales y por doquier, donde la iniciativa particular siempre está muy por delante de la iniciativa pública que genera el Ayuntamiento —otro de los defectos de la política municipal, no estar volcada con la voluntad de servicio de la ciudadanía—. Creo que la profusión de iniciativas que el teatro pude generar sería extraordinaria, muchos proyectos que están en mente de los artistas chipioneros tendrían un impulso notable y un campo abierto a la creatividad.
Gobernar a golpe de ocurrencia y con un continuismo mediocre, poco aporta a la necesario progreso material e intelectual. Hay que conocer bien las necesidades y las carencias y saberlas solucionar, trabajar incansablemente para conseguir los objetivos y tener una visión abierta no sometida a los intereses particulares, personales o de partido, ni a la miopía del corto plazo; y todo ello, con clara voluntad de servicio público.
Puede argumentarse contrariamente a la visión que plasmo en el presente artículo, pero las evidencias no dejan dudas, el teatro «ni está ni se le espera». Solo cabe apelar a las omnipotentes cabezas pensantes de los diversos partidos y a sus satélites para que se lo hagan mirar, quizá necesiten remozarse un poco del espíritu ilustrado que la Cultura aporta para hacer un viaje en el tiempo hacia el siglo XXI y de una vez por todas, abandonando los parapetos ideológicos y los egoísmos de toda clase, puedan estar a la altura de las circunstancias.
En muchas ocasiones mis propios paisanos nos acusamos de indolentes y pasotas, es posible que por activa y/o por pasiva ese comportamiento se haya adquirido, tenemos pocas esperanzas en nuestros políticos locales. La política local se ha convertido en un espacio acotado y que genera desconfianza. El conformismo y la desesperanza se instalaron hace tiempo en las mentes de gran parte de la población y otra buena parte se encuentra muy agustito bajo la cobertura partitocrática. Alguna vez tendrán que cambiar las cosas.
Con esta crítica que dirijo principalmente a la Corporación del Ayuntamiento de Chipiona, quiero hacerles reflexionar sobre la necesidad de que Chipiona cuente a medio plazo con un teatro. Chipiona necesita un teatro, es lo que reivindico. Tal vez clame en el desierto o quizás sea el único capaz de levantar esta pancarta, no soy de los que miran para atrás a ver los que me siguen, siempre es necesario algún enfant terrible que alce la voz, aunque solo sea para saber que todavía nos queda sangre caliente en las venas y no somos meros ciudadanos pasivos e indolentes.
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